El pasado viernes 7 de marzo habría cumplido 50 años nuestro amigo Fernando Sanz, Rulos para todos los que le conocimos y le quisimos. Pero la vida, con su caprichosa manera de arrebatar a los mejores demasiado pronto, se lo llevó hace más de 15 años.

Para mí, Rulos no era solo un amigo; era un hermano. Y hoy quiero recordarle, no solo por lo mucho que le echo de menos, sino porque su historia está ligada al golf de una manera única, divertida y, como él mismo, inolvidable.

Empezó a jugar un poco más tarde que yo, rondando los 25 años, y desde el primer momento le encantó. Pero, por el motivo que fuera, su progreso no seguía un ritmo precisamente normal. Recuerdo cuando se fue de viaje a China y volvió con una bolsa completa de PING: los 14 palos, con su bolsa de viaje incluida… ¡Todo por 90€! Eran malísimos, pero para él no había nada mejor que esos palos que se iban rompiendo de uno en uno.

Golf en la nieve con un amigo

Bautismo de golf en la nieve

Su primera salida al campo fue en Las Rejas, en Majadahonda (hoy Forus), un día de enero, muy frío, nevando y ya con algo de nieve cubriendo el recorrido. Salimos Borja Martínez-Echevarría él y yo. No había nadie más en el campo, como era lógico, ya que nadie más estaba tan mal de la cabeza para jugar en esas condiciones. Pero era el día perfecto para un bautismo de golf de Rulos, porque si algo caracterizaba su juego, era su slice antológico. Para poner la bola en calle, tenía que apuntar unos 30 metros a la izquierda. Normalmente le salía bien, de manera inexplicable. El problema llegaba cuando, de vez en cuando, le salía un golpe recto… y entonces la bola desaparecía en algún lugar del campo inexplorado por ningún jugador hasta ese momento…

Y qué decir de su putter. Fue uno de los pocos jugadores que conocí que usaba un RAM Zebra… ¡y encima decía que le gustaba! Para quien no lo conozca, el Zebra es uno de los putters más feos jamás diseñados. Pero a Rulos le daba igual; él era así, disfrutaba del golf a su manera.

 

Putter de golf de un amigo

RAM Zebra

Se hizo socio de La Dehesa, y muchas veces jugábamos allí. A veces con sus invitaciones y otras… bueno, otras colándonos como podíamos. Eran otros tiempos.

El golf no era solo un deporte, sino la excusa perfecta para reírnos, disfrutar y compartir momentos que hoy valen más que cualquier trofeo.

Rulos nos dejó en un mes de septiembre, y sus amigos decidimos rendirle homenaje jugando el Memorial Fernando Sanz, un torneo que se celebró durante varios años. Con el tiempo, la vida nos fue comiendo y el torneo se fue espaciando… hasta desaparecer.

Pero hoy, en el que habría sido su 50 cumpleaños, he decidido que eso tiene que cambiar. Un bonito propósito es volver a organizar el Memorial Fernando Sanz. Porque hay personas que nunca deberían quedar en el olvido.

Te quiero, Rulos.

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